La noche calma no predice que se avecina una tormenta y la rutina diaria de trabajo continua sin sobresaltos.

El reloj marca las 7:20 de la mañana, hora de ponerle punto el final de una nueva jornada de labor que inició el día anterior a las 11:15 p.m. en la fábrica Bear Creek Arsenal en Sanford.

Sin prisa camina a la salida en busca de su vehículo para reencontrarse con sus dos corazones, sus hijas de 8 y 5 años de edad, y llevarlas a la escuela. Pero una voz fuerte y de mando le detuvo su camino.

“Todo sucedió muy rápido. Cuando estaba saliendo se acercó un oficial de inmigración y me dijo regrésate”, recordó a Enlace Latino NC, Oneyda Argueta, hondureña y trabajadora de la fábrica desde hacía cuatro meses.

Nunca imaginó una situación semejante

Argueta llegó a la cafetería y el lugar del diario descanso se había convertido un centro de averiguación de antecedentes y detención de investigadores del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

“Pensé en toda esta situación, en mis dos chiquitas, en mi mamá que se está recuperando de una cirugía de los intestinos y dije: Dios mío si tu me quieres llevar este día lo acepto porque es tu voluntad”.

Su madre llamaba en forma insistente y para no preocuparla le dijo que tuvo que ir a Raleigh y que llegaría pronto.

“Luego comenzaron a llamar mis hijas preguntando a qué hora iba a llegar porque se hacía tarde para ir a la escuela”, mencionó Oneyda. “Fue una sensación terrible porque ya no sabía ni qué decir”.

Llegó su turno de estar cara con el oficial. Su legajo delató su situación: trabajaba con otro nombre y esperó lo peor.

“Me dije ya estuvo. Me tomaron las huellas y me pidieron una identificación la cual no tenía. Solo mostré una foto”, mencionó.

Respondió una a una las preguntas personales, entre otras, su nombre y fecha de nacimiento, y en un abrir y cerrar de ojos se produjo lo inesperado.

“El oficial me miró y me dijo: debería arrestarte en este momento. Pero vamos a darte otra oportunidad por tus hijas. Busca un buen abogado, si no puedes busca en ayuda en la iglesia católica. Hay una en Sanford”, me dijo.

El milagro

Cerca de la una de la tarde las puertas de la libertad se abrieron con unas simples palabras del oficial que la estaba entrevistando.

“Vete con tus hijas. Arregla tú situación. Hazlo por ellas. Me miró y agregó: entonces vete con ellas”, expresó Oneyda.

Agotadísima, cerca de la 1:00 p.m. cruzó la puerta de la planta y temblando se dirigió a su vehículo.

“No podía prender el carro. No sé como llegué a casa. Iba roja ya que padezco un poco de presión alta. Estaba súper acelerada”. “Llegué a casa y abracé a mis hijas y mi mamá”, agregó.

Oneyda, quien viven en el país desde el 2013, no se olvida de sus compañeros y los recuerda con tristeza.

“Los que estaban en una lista los separaban al igual a aquellos que tenían algún récord criminal. Pero también separaban aquellos que no respondían con la verdad. Todo salía en las huellas”, dijo.

Al finalizar la charla remarca que su libertad es “un milagro de Dios y a él toda la honra. Dios me permitió quedarme aquí y ese es su propósito”.

Comunicadora social-periodista colombiana. Emprendedora y cofundadora de Enlace Latino NC donde es la directora ejecutiva.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *