Esta historia fue realizada en conjunto con Southerly. Read in English here.

La primera vez que Katie Anderson oyó hablar de Benevolence Farm fue en la biblioteca de la prisión, el único lugar donde encontró consuelo mientras estaba allí. En la biblioteca encontró un espacio para dejar de pensar en su pasado y momentos de tranquilidad para imaginar un futuro mejor.

“Escribir mis metas me ayudó a encontrar la motivación”, dijo Anderson. “Como otras mujeres que han experimentado violencia doméstica, tenía muy baja autoestima”.

Anderson comenzó a confiar más en sí misma a medida que leía libros sobre emprendimiento. Ella dijo que quedó atrapada en el sistema judicial en parte debido a una relación peligrosa que la llevó a terminar en una prisión de Carolina del Norte durante casi un año y medio.

Mientras hojeaba un libro de autoayuda aquel día en 2019, encontró un folleto de Benevolence Farm. La organización sin fines de lucro, con sede en el condado de Alamance, Carolina del Norte, brinda apoyo para quienes están en el proceso de salir de prisión y reincorporarse a la sociedad, al proporcionar vivienda segura, un trabajo y otros servicios (acceso a clases de desarrollo profesional, citas médicas y transporte) para personas encarceladas que se identifican como mujeres.

El proyecto se ha transformado a lo largo de los años, de un pequeño CSA (un programa de agricultura comunitaria) a un jardín de hierbas que apoya un negocio en crecimiento de velas hechas a mano y productos para el cuidado del cuerpo que las mujeres venden en mercados locales y por internet.

Hasta seis residentes a la vez viven sin tener que pagar alquiler en una casa de tres habitaciones ubicada en la finca de 13 acres; que produce hierbas y vegetales a través de un modelo de permacultura. Allí pueden quedarse todo el tiempo que necesiten. Algunas han vivido allí durante algunos meses; otras por casi dos años. Ellas trabajan en la granja en distintas tareas agrícolas como fabricar y empacar productos, los lunes, miércoles y viernes con un salario inicial de $15 por hora, un aumento de cuatro dólares del salario de la organización en 2020, aseguró la directora ejecutiva de Benevolence Farm, Kristen Powers.

Anderson comenzó el proceso de solicitud inmediatamente después de leer el folleto, y después de que fue liberada en la primavera de 2020, en una sociedad que recién navegaba la pandemia global. Powers la recogió en la casa de un pariente y la llevó a Benevolence Farm.

“Dios la bendiga, definitivamente soy muy conversadora”, dijo Anderson sobre el viaje a la granja con Powers. “Creo que en todo el viaje no pudo decir una palabra. Le di un discurso sobre quién soy y qué me gustaría cambiar”.

Anderson, madre de cuatro hijos, se quedó en la granja ocho meses la primera vez. Luego regresó por unos meses, después de una interacción violenta con la persona que la golpeaba. Se quedó seis meses más, hasta que pudo mudarse a una casa con otra persona que había vivido en Benevolence antes de encontrar su propio hogar en el condado de Alamance.

“El hecho de que incluso en mis momentos más oscuros, estas mujeres estuvieran listas para recibir mi llamada…” dijo Anderson, e hizo una pausa para tomar un respiro hondo, y dejó escapar un pequeño llanto.

“Lo siento, pero hablar de este tema me emociona”, dijo. “Literalmente me salvaron la vida. Y no solo eso, me ayudaron a reconstruir mi relación con mis hijos”.

Desde su fundación en 2008, Benevolence Farm ha crecido poco a poco y de forma constante hasta convertirse en una granja y residencia. En 2014, un miembro de la comunidad había donado una casa y 13 acres en Graham, Carolina del Norte.

Hasta mayo, Benevolence Farm ha atendido a 32 personas. Powers enfatiza la importancia de la calidad de vida para todas las que pasan por la granja.

“Durante mucho tiempo, tuvimos este problema de que, entre comillas, solo atendemos seis personas [a la vez]”, dijo Powers. “Ayudamos a esas seis personas de manera intencional, profunda y efectiva”.

El año pasado, el programa entregó más de $50,000 en salarios dignos, según Powers, en su mayoría financiados a través de donaciones individuales. El programa ha ayudado a ir a “miles de citas por año y a proveer miles de noches de alojamiento seguro para personas que de otro modo no lo tendrían”, agregó.

Anderson nunca había trabajado en agricultura, excepto cuando ayudaba a su abuela a arreglar el jardín. Pero con esta experiencia ha aprendido a hacer una pausa en momentos de ansiedad y de enojo, y a enfocarse.

“Me gusta dedicarme de lleno al trabajo físico para no tener que lidiar con mis necesidades emocionales”, dijo. “Dejo que toda mi agresividad salga físicamente para no procesarla mentalmente. Esto me dio una vía. Puedo venir aquí si necesito un momento para curarme. Ahora tengo las herramientas para no dejar que el recuerdo de mi agresión se apodere de mí”.

Rural Justice Collaborative, una alianza entre la organización sin fines de lucro National Center for Courts y Rulo Strategies, una firma que facilita proyectos colaborativos reconoció a Benevolence Farm este año como un sitio innovador, y como un modelo nacional para organizaciones enfocadas en la justicia. Es el único proyecto agrícola entre los homenajeados.

“Benevolence [Farm] es un modelo para reinsertarse en la sociedad que celebra a las mujeres donde sea que estén”, dijo Tara Kunkel, cofundadora de Rural Justice Collaborative.

La organización trabaja para identificar brechas en el sistema de justicia en zonas rurales y organiza colaboraciones estratégicas en todo el país para reducir las barreras que puedan existir en el sistema y eliminar las formas de discriminación contra las personas que han sido encarceladas o que se encuentran en esa situación actualmente, así como sus familias.

Carolina del Norte ocupa el tercer lugar en la nación con la mayor cantidad de admisiones tanto en cárceles locales como en prisiones estatales

Instituto Vera

Los condados rurales, a pesar de tener tasas de criminalidad más bajas en comparación con áreas urbanas, están experimentando un aumento en las tasas de encarcelamiento.

Un informe de 2017 publicado por el Instituto de Justicia Vera y la Fundación MacArthur analizó el crecimiento de las cárceles en las zonas rurales de Estados Unidos y reveló dos razones principales: las cárceles rurales tienen las tasas de crecimiento nacional más altas de prisión preventiva y los incentivos financieros alientan a los sistemas de cárceles rurales a alojar a personas de otras jurisdicciones.

El informe señaló que el acceso a la justicia penal crítica y los servicios comunitarios puede ser escaso, lo que lleva a que “menos jueces procesen rápidamente los casos, servicios previos al juicio menos sólidos y a la escasez de programas alternativos para disminuir el uso de la cárcel”.

Carolina del Norte ocupa el tercer lugar en la nación con la mayor cantidad de admisiones tanto en cárceles locales como en prisiones estatales, según el Instituto Vera.

La tasa de encarcelamiento previo al juicio ha aumentado un 42 % en los 54 condados rurales del estado desde 2008, en comparación con el 33 % en los condados suburbanos.

El reingreso rural después del encarcelamiento también presenta desafíos, que Kunkel dijo que podrían mejorarse con un mejor acceso a las necesidades básicas, como atención médica, seguro médico, transporte, empleo y vivienda.

“Cuando se adaptan al contexto rural, estas estrategias tienen el potencial de reducir significativamente la reincidencia y promover el bienestar”, aseguró.

Cada año, 600,000 personas de prisiones estatales y federales y 9 millones de personas de cárceles locales regresan a sus comunidades. En un período de tres años, aproximadamente la mitad de ellos vuelven a prisión y dos tercios son arrestados nuevamente.

El condado de Alamance es polémico por la forma en que el sistema de justicia penal afecta a las personas, en particular a las personas de color. Las protestas contra la brutalidad policial tras el asesinato de George Floyd en 2020 iniciaron un verano de tensión que amplificó el racismo en el condado rural.

Powers recuerda cómo las protestas avivaron conversaciones entre los vecinos y otras personas sobre cómo mejorar la seguridad en las comunidades.

“Sé que el tema de la seguridad pública se ha debatido mucho y la gente piensa en aplicar la fuerza de la ley como solución”, dijo.

“Podríamos decir que al satisfacer las necesidades básicas de la gente contribuimos a que las comunidades sean más seguras. También estamos tratando de replantear qué significa la seguridad de la comunidad y por qué todos deberían involucrarse y ayudar en la reinserción social; y hablar sobre el impacto que tiene en las personas la experiencia de ir a prisión”.

Según el informe anual de 2020 de Benevolence Farm, el 84% de las personas que han vivido allí con anterioridad siguen viviendo libremente en sus comunidades. La mayoría de ellas se quedan en el condado de Alamance.

“Muchas personas aquí están apoyando a alguien que se encuentra en prisión”, dijo Powers. “A menudo provienen de comunidades que se han visto afectadas de manera desproporcionada por la vigilancia policial y las prisiones. Así que tienen mucho en juego. Las mujeres cargan con la peor parte de ese costo, tanto las que han estado encarceladas como las que no”.

Granja Benevolence Farm en Alamance Carolina del Norte ayuda a mujeres que estuvieron en la cárcel para reintegrarse a la comunidad
El año pasado, el programa entregó más de $50,000 en salarios dignos, en su mayoría financiados a través de donaciones individuales/Victoria Boulobasis

Al comienzo de esta primavera, las plantas de equinácea y manzanilla florecieron en Benevolence Farms, mientras las gallinas cacareaban a su alrededor. El único “hombre” en el lugar es un gallo llamado Sr. Hawkins.

Eden Gustavsen trabajó en Benevolence Farm entre mayo de 2018 y enero de 2019, después de pasar 19 meses en una prisión en Swannanoa, Carolina del Norte. Recuerda haber llegado al condado de Alamance y que la recibieron con una cena de espaguetis y una enorme pancarta de bienvenida.

“Inmediatamente sentí que estaba en familia”, dijo Gustavsen. Enfatizó la “tranquilidad” que encontró en la casa, especialmente después de estar rodeada por las personas de la prisión para unirse a un grupo más pequeño con “cosas en común”.

“Me tomó mucho tiempo dejar de sentirme como una reclusa con un número”, dijo. “Yo no tenía mi identidad. No me sentía cómoda con la ropa”.

El trabajo agrícola le recuerda cuando creció en la granja de su familia en Vermont. Cuidar las gallinas, construir un sistema de riego, conducir el tractor: todo lo que hacía en Benevolence Farm le era familiar.

“Trabajar la tierra es realmente terapéutico. Me sentí libre”, dijo. “Limpiar las malas hierbas me ayudó a despejar la cabeza, a ordenar mis pensamientos”.

Cuando vivía en Benevolence, Gustavsen terminó su diploma de escuela secundaria, comenzó la universidad, consiguió un auto, encontró una nueva casa para vivir y obtuvo la custodia total de su hija. Desde entonces se casó y ahora trabaja en un mercado local donde administra la sección de productos agrícolas; y atiende las relaciones entre la tienda y las granjas locales.

Calming Candle de Benevolence Farm
La organización trabaja para identificar brechas en el sistema de justicia en zonas rurales /Victoria Boulobasis

Anderson trabaja ahora en Benevolence supervisora del proyecto de “Second Chance Alamance”, donde defiende a mujeres anteriormente encarceladas que se encuentran en el proceso de volver al mercado laboral. También está iniciando su propia organización sin fines de lucro, Anderson's Reentry Program, para ayudar a personas adultas recién liberadas de prisión a aprender habilidades para readaptarse mejor a la sociedad.

“Cuando eres un niño y haces algo mal, ¿cuántas oportunidades tienes realmente? Pero cuando eres adulto, no tienes esas oportunidades”, dijo. “Maduré más tarde en la vida. Para mí fue difícil procesar lo que debería hacer en mi vida, pero eso no significa que sea una mala persona. Significa que tomé una dirección equivocada. Pero mírame ahora. Ya no soy esa persona. Tenemos que apoyar los sueños de las personas”.

Powers dijo que hay muchas historias como la de Anderson y Gustavsen en la granja.

“Sí, tienen vivienda, empleo y les va bien, pero ahora también tienen la capacidad de hacer algo extra”, dijo. “Cuando pensamos en la jerarquía de necesidades, la realización personal es la meta. Entonces, cuando vemos personas capaces de dar algo de vuelta, ha sido muy emocionante para nosotras ver que todavía estamos en comunidad con ellas de manera significativa años después de que han dejado el programa”.

Victoria Bouloubasis cubre la intersección de temas ambientales y movilidad económica en comunidades latinx, inmigrantes y refugiados en Carolina del Norte para Southerly y Enlace Latino NC. Es periodista...

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