Carolina del Norte, Raleigh – A través de imágenes capturadas por la cámara fotográfica y los recuerdos de un joven artista neerlandés, Bob Schalkwijk, que hoy tiene 89 años, emprendemos un viaje mágico a través de la historia.
Como toda travesía esta tiene un principio y en su desarrollo destaca el actor principal de la misma, a quien con afecto llamaremos Bob.
El punto de partida es la ciudad portuaria de Rotterdam, Países Bajos, donde Bob nació en 1933 y como premonición de lo que sería su profesión, a los 12 años recibió de su padre, el regalo de una cámara Kodak Brownie.
“Me encantó tomar fotos con esa cámara”, recordó a Enlace Latino NC, Bob Schalkwijk.
Bob también recordó que su padre tomaba fotografías, no profesionalmente, al igual que su hermano mayor y en sus recuerdos abunda:
“Mi abuelo fue un fotógrafo aficionado en los primeros años del siglo XX. Tomó fotos a color, con un proceso que se llamaba autochrome, patentado por los Hermanos Lumière. Yo no tengo ninguna de sus fotografías, aunque tengo sus cámaras, y aunque no conocí a mi abuelo, conocer su historia me encantó y desde pequeño dije, voy a ser fotógrafo”.
Louis Armstrong, la primera foto
Con sencillez y amabilidad, Bob comentó que el deseo de ser fotógrafo se esfumó muy rápido cuando se dio cuenta que “no había dinero en eso”.
“Entonces pensé: ¿de dónde voy a tener dinero? Las fotografías podían venderse por un florín, moneda de los Países Bajos en esos años, pero yo no podía vivir así…”.
Bob, viaja en el tiempo y recuerda que la primera fotografía que vendió fue un retrato del trompetista de jazz Louis Armstrong que tomó el 2 de noviembre de 1952.
“Llegó a Ámsterdam, al Concertgebouw, para un concierto. Como no había problemas para tomar fotografías, fui con mi cámara, para entonces ya no era mi primera Brownie”, indicó.
“Vendí las fotografías a mis compañeros del colegio a un florín cada una. No fue un gran negocio, pero para mí fue fantástico”, afirmó.

De futuro ingeniero a fotógrafo
Así como los más de 9 mil kilómetros que separan a los Países Bajos de México, Bob eligió abrazar una profesión totalmente diferente a lo planeado previo a su viaje a Estados Unidos.
“Soy de Rotterdam, el gran puerto donde movían el petróleo en pequeñas barcazas de 800 a 1000 toneladas. Un día le dije a mi jefe que sería más lógico hacerlo a través de un tubo y que yo quería investigar cómo hacerlo.”
A los veintitrés años, ya decidido a estudiar ingeniería con la intención de construir oleoductos para hacer más ágil el transporte del petróleo, Bob emprendió su viaje a Estados Unidos.
“Llegué a Texas, en donde la tecnología era de punta. Arribé primero a Nueva Orleans en barco y mi coche (un Volkswagen) llegó en otro a Nueva York. Tomé un avión, el primer vuelo comercial que hice, para ir a recoger mi coche y así cumplí con la ilusión de recorrer Estados Unidos por carretera”, mencionó.
Bob realizó primero un curso para construir oleoductos en Baytown, Texas; posteriormente se dirigió a California para estudiar ingeniería petrolera en la Universidad de Stanford.
“Obviamente no era ningún experto cuando acabé el curso en Baytown, pero fue interesante y mientras esperaba iniciar las clases en Stanford, traté de obtener trabajo en Calgari, Canadá, pero no lo logré”, recordó.
Jalisco, México, su primera parada
Las vueltas que tienen la vida y el destino hicieron que Bob conociera México, se enamorara de este país y lo adoptara como propio.
“Debía esperar cuatro meses para iniciar los estudios en Stanford. Así que viaje a México para aprender español”, comentó.
Bob, comparte que un ejemplar de la revista Esquire de 1958, decía que, en Ajijic, Jalisco, una pareja podía vivir muy bien, tomando su copa en la noche y dándose algunos gustos, por $150 dólares al mes.
“Con otro neerlandés que conocí en Canadá, tomamos mi Volkswagen y manejamos hasta Jalisco. Ahí empecé a ver que sólo había personas de 50 años para arriba, y yo quería estar con jóvenes”, señaló.
Así que, Bob y su amigo de viaje, decidieron cambiar de destino y se dirigieron a la Ciudad de México.
“Me quedé el tiempo que faltaba para regresar a Stanford y mientras tomé cursos para hablar español”, indicó.
Bob tenía 25 años cuando llegó por primera vez a México y por supuesto, una cámara fotográfica lo acompañaba fielmente.
“Empecé a tomar fotografías y me di cuenta de que esto es lo que quería hacer en el futuro”, afirmó.
“Regresé a Stanford, tomé algunas clases, pero dejé la universidad porque sentí más pasión por la fotografía que por el petróleo”, agregó.
“Aprendí ganando dinero y luego llegué a tomar fotografías bastante buenas”
En la conversación con Enlace Latino NC, Bob comentó que comenzó su carrera trabajando en el área de la fotografía comercial.
“Pagaba súper bien en ese tiempo”.
Bob, compartió que trabajó para el Palacio de Hierro, una de las mejores tiendas departamentales en México, y que también fue fotógrafo de los catálogos de Aurrera, la primera cadena mexicana de tiendas de autoservicio.
“A las 5 de la tarde tomaba las fotografías, revelaba el rollo, y en la noche realizaba una impresión de 5 x 7 pulgadas; al próximo día a las 9 de la mañana, entregaba las impresiones”.
“De las 5 de la tarde a las 9 de la mañana trabajaba sin parar. Aprendí que hay muchas maneras de tomar fotografías, pero fotografiar correctamente una taza o una pieza arqueológica, es exactamente lo mismo”, afirmó.
“Aprendí ganando dinero y con el tiempo llegué a tomar fotografías bastantes buenas, de piezas antiguas que son increíbles; el sólo hecho de sostenerlas en la mano te hace feliz y, además ganas dinero”.

A 57 años del primer viaje de Bob a la Sierra Tarahumara
La revista National Geographic despertó en el joven Bob el interés de conocer otros pueblos, diferentes culturas.
“Luego de la Segunda Guerra Mundial yo tenía, gracias a mi papá, la suscripción de esta revista; era increíble, podía ver cómo vivía la gente en otros lados”, mencionó.
Y esas imágenes e historias descritas en la revista, que parecían tan lejanas en su tierra natal, se hicieron realidad para Bob en 1965, cuando realizó su primer viaje a la Sierra Tarahumara en Chihuahua a más de 1,500 kilómetros de la Ciudad de México.
“En aquel tiempo, los Rarámuri o Tarahumaras, que visité, nunca habían visto a un fotógrafo y años después, cuando regresé a mostrarles las fotografías que les había tomado, no se reconocían porque tampoco se habían visto en un espejo”, señaló.
Fueron 17 viajes a la Sierra Tarahumara, donde más de 7 mil fotos son testigos de la población Rarámuri, de sus ceremonias y festividades, de sus paisajes y de cómo hacían sus tortillas y el tradicional pinole.

Presentación de Bob con los jesuitas
El contacto con la población Rarámuri explicó Bob, fue a través de los jesuitas que desde el siglo XVII tienen misiones en la Sierra Tarahumara.
“En Chihuahua conocí al vicario de los jesuitas, Pepe Llaguno, una de las personas más generosas y excepcionales que he conocido; experto piloto aviador, respetuoso, defensor de los más humildes, llegó a ser obispo de La Tarahumara. Hablamos y me dijo que llegábamos ‘en el mejor momento’”.
“Me dijo que fuera con el padre Luis Martínez, otro jesuita, que él iría a un pueblito, a Tehuerichi, y que ahí celebrarían la Semana Santa Tarahumara”, agregó.
Bob recordó que viajaron en su Willys durante dos o tres horas y luego el trayecto final lo recorrieron con mulas y caballos otras cinco horas.
“Me acompañaba mi mujer, Nina Lincoln, y un muchacho francés. Yo paraba y tomaba fotografías del paisaje”, indicó.
“Llegamos en la tarde, y nos dieron un lugar en la escuela para poder dormir. Fuimos bien recibidos porque estábamos con el padre Martínez y me dejaron tomar fotografías”, mencionó.

¿Podrías vivir como un Tarahumara?
Bob y Nina, su esposa, se casaron en 1962; su viaje de luna de miel fue a Guatemala, a la región Ixil, donde el padre de Nina, el Dr. Jackson Stewart Lincoln, había realizado investigaciones antropológicas en los años 30s y 40s, que relacionaron el uso del antiguo calendario Maya en la cultura Ixil. Durante ese viaje Bob y Nina decidieron formar un archivo fotográfico. Años después, con su primer viaje a la Sierra Tarahumara, la mirada de Bob ya era consciente que sus fotografías formarían un acervo fotográfico histórico para México.
En 1975, Bob, Nina y Don Burgess, un lingüista estadounidense, traductor del Rarámuri, publicaron el libro ¿Podrías vivir como un Tarahumara?
El libro se centra en la historia, las costumbres sociales y la cultura del pueblo Tarahumara o Rarámuri, que habita la Sierra Tarahumara, en Chihuahua en el noroeste de México.
“Lo publiqué por iniciativa propia y con mi dinero; vendí 5 mil ejemplares”, reitera Bob, orgulloso. En la actualidad, este libro está considerado entre los fotolibros más importantes de América Latina.

“Calma y paciencia”, el aprendizaje de Bob
Bob compartió con Enlace Latino NC lo que aprendió de los Rarámuri.
“Cuando llegas ahí, quieres que todo sea rápido, inmediato. Los indígenas no trabajan así, son diferentes”, dijo Bob.
Y a modo de ejemplo, explicó lo que un Rarámuri considera buena educación cuando va a visitar a alguien.
“Nunca llegas a tocar la puerta o a gritar el nombre de la persona… “Simplemente te sientas de espalda a la casa y esperas. Y si no sale nadie, te levantas y te vas, luego de caminar dos horas”, explicó.
Bob resalta el respeto que existe en el pueblo Rarámuri, recuerda el trato que le brindaron y el aprendizaje que tuvo de tener calma y paciencia.
Aprendí a tener paciencia, no soy un hombre muy paciente.... Allá debes adaptarte al modo de lo que son. Aprendes a estar en silencio y a tomar tiempo para responder.
Bob Schalkwijk acerca de su experiencia con los tarahumaras.
Un archivo de más de 650 mil fotografías
Las más de 650 mil fotografías que Bob ha tomado desde 1958, son memoria invaluable de un mundo que se ha transformado.
Desde el 2006, Bob junto un equipo de especialistas, trabaja en su archivo para digitalizar sus fotografías y catalogarlas en los distintos temas: arte, países, naturaleza, viajes.
“Mi carrera no se ha terminado. Pienso publicar otros libros con fotografías seleccionadas de mi archivo”, dijo.
Reitera que para hacerlo no hay que tener prisa, y afirma que el “gran pago de la fotografía que he tomado es que la gente las ven, les gustan y dicen: ‘quiero verlas otra vez’”.
Bienvenido a la era digital
Bob expresa estar feliz por su profesión, donde la combinación de viajar y tomar fotografías, van de la mano; pero los tiempos cambian y también cambia la tecnología, en especial la que se refiere al campo de la fotografía.
“La fotografía de hace medio siglo es como ver hoy un teléfono de disco para marcar los números. Ya no existe”, enfatizó.
“La fotografía ha cambiado, como todo ha cambiado. En el 2005 comencé a trabajar con una cámara digital y me costó trabajo, porque yo no fui entrenado en eso cuando fui joven”.
Bob, aclaró que la fotografía digital tiene muchas ventajas y pocas desventajas.
“Hoy en día todo es mucho más sencillo, haces un ‘click’ e inmediatamente ves la fotografía que tomaste”, señaló.
Antes, explicó Bob, tenías “un rollo de 36 exposiciones y para ver las fotografías tenías que tomar cada una de las 36. Había que revelar el rollo, hacer una copia de contacto y al estar en orden las tomas, escoger la o las que te interesaban; luego hacer pruebas de impresión hasta que te saliera bien la que más te gustara. Era un proceso largo, podías tardar un mes en acabarte el rollo y poder imprimir las fotografías.”
Bob Schalkwijk: “pieza angular”
Luego de más de una hora de conversación, Bob continúa con ‘paciencia y calma’ repasando con Enlace Latino NC el pasado, el presente y el futuro de su obra.
“Me quedó mucho por hacer, pero estoy satisfecho… Desde hace 10 años trabajo más con las fotografías de mi archivo y salgo menos a fotografiar. Veo mis fotografías de hace más de 50 años y lo hago con placer; ‘tengo buen ojo’”, afirmó entre risas.
Va llegando la hora del final de la conversación, y Luis Téllez Cabrera, integrante mexicano del equipo de Enlace Latino NC expresa el sentimiento y relevancia que este artista representa para México.
“A través de su cámara, Bob ha documentado los cambios y eventos que han tenido lugar en el espacio urbano de la Ciudad de México, desde la construcción del Museo Nacional de Antropología y el Estadio Azteca, las Olimpiadas de 1968, los primeros trolebuses, el terremoto de 1985, el impacto de todo ello en la manera en la cual vivimos los mexicanos”.
“El trabajo de Bob es una pieza angular para la preservación de la memoria en México, un guiño para quien quiera asomarse y entender a México y a no pocos países que Bob ha fotografiado desde los años 60´s hasta nuestros días”, concluyó.
Para conocer más sobre el trabajo de Bob Schalkwijk puede visitar su sitio web
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